Nací en una tierra agreste donde, desde niño, todos hablaban del lobo como un animal cruel que en el verano se refugiaba en las montañas. En mis primeras travesías por la Sierra de la Cabrera y la Caballeda, me advertían de los peligros que entrañaba el acampar en solitario en tierra de lobos. Unicamente los he llegado a ver una vez, varias más he oído sus aullidos y en infinidad de ocasiones he seguido las huellas, pero nunca me he sentido amenazado por el “maléfico” ser del que todo el mundo hablaba. Creo que a los cinco problemas que según Barrientos (mayo, página 102), afectan al lo lobo en la Península Ibérica, habría que añadir la mala imagen que de él se tiene en la mayor parte de los lugares donde habita. Contemplemos a la especie desde un punto de vista racional, como una más formando parte del complejo entramado biológico de nuestro mundo, independientemente de los mitos, odios y supersticiones creados en torno a ella. Una especie que es considerada problemática, como todo gran depredador, que forma parte de nuestro patrimonio natural y como tal ha de ser conservada. Dentro de unas décadas confío en volver a leer estas líneas y poder afirmar que el lobo aún vive entre nosotros y sus aullidos adornan los crepúsculos de las maravillosas tierras del noroeste zamorano.
NATIONAL GEOGRAPHIC, JULIO 1998
Conrado Tejero Lanseros
Santibáñez de Vidriales, Zamora
Estimado Conrado:
17 años después seguimos teniendo la suerte de continuar compartiendo territorio con el lobo y quiero pensar que así será dentro de 17 años más. Espero, para entonces, poder volver a escribirte unas líneas. Si miramos 30 o 40 años hacia atrás creo que tenemos motivos para ser optimistas. La otra cara de la moneda, no ya hablando sólo del lobo, es si los cambios para mejor conseguirán alcanzar, y tomar ventaja, al acelerado ritmo de extinción y/o de amenaza de un importante número de especies con las que compartimos el planeta. Feliz verano.
Atentamente,
Perico el de los Palotes.
Dedicado a Gaia 3.0 